Ya están aquí

Los viajeros de Bartolomé Payeras-Salom, no son viajeros cualesquiera. Aún sin saber con certeza sus motivos, yo asistí a la evolución de su viaje: del espacio blanco y negro original, casi un fondo cósmico, casi la misma radiación de fondo que manó del big-bang, al espacio de color digitalizado: una playa movida, duplicada en su radical desenfoque: el brutal efecto de paraíso perdido donde nunca ha habido paraíso: el viajero que parte siglos atrás para llegar a la cotidianidad, no para explorar el más allá: toda exploración es un aquí y ahora. Y es que a lo que se dedican los viajeros de Bartolomé Payeras, es al viaje a través de los signos culturales, de las referencias de segundo o tercer orden, no acuden a la bruta naturaleza, sino a la cultura de las imágenes, y en ella, rescatan lo que de sideral, extrañamiento, atracción y soledad hay en ellas. Exploran ese abismo luminoso, no muy distinto al que exploraron Paul Dirac y San Juan de Cruz, o los simios de “2001”, o los ángeles de El cielo sobre Berlín, o el que se abre cuando miras muy fijamente una playa en la noche, y su ciudad al fondo, y sus puntos de luz que son estrellas, y el químico corazón, latiente e inmenso, de la bollería industrial ante tus ojos.

Es un abismo de signos.

Y ellos son los semionautas.

Agustín Fernández Mallo, 2011