Las afueras de la memoria

Edificios semiiluminados que avisan de una ciudad inalcanzable. Lineas contínuas y discontínuas. Posibles autovlas. Luces a lo lejos que lnsinuan una posible zona portuaria, un posible complejo industrial, un acercamiento imposible. Pavimento y hormigón sin un átomo descompuesto. Siempre es de noche y todo está congelado y fragmentado. ¿Qué nos quieren decir? Quizá entremos o quizá salgamos, vayamos o volvamos. Estamos en las afueras, en las posibles afueras de la memorla, de una posible memoria sin pasado, de una imposible memoria artificial. ¿Qué nos quieren decir?
Las afueras son indiferencia y, sin embargo. nos empeñamos en retenerlas porque las asociamos a una emoción. Las afueras perduran y son muchas veces la única reminiscencla, el único pálpito de una realidad vivida a tientas. No tenemos más recuerdo que las afueras. escorzos de afueras, afueras fragmentadas. ¿Qué nos quieren decir? 
Ni un alma. Llegamos o partimos a una hora intempestiva. O ni llegamos ni partimos: permanecemos ahí, contemplando las afueras. Suspendidos en el futuro intentando descifrar el intrincado misterio de las afueras. No hay gente, no hay coches (cuadrículas de estacionamiento vacías, carreteras solitarias) no existe otro asomo de vida que edificios fantasmales, puntos de referencia a nada, mamparas, pavimento, geometria y perspectivas morbosas. 
Escuchamos algo. No, lo leemos. Pero al leerlo, lo escuchamos porque son frases de canciones que suenan como ecos. Y si no son frases de canciones, lo parecen, o lo podrían ser. "Oh yeah, been´ there before...”. Ya estuve antes por aquí. ”Searching for the main line". Buscando la artería principal. No hay personas, no hay rastro de otro movimiento que el proporcionado por la memoria y las frases resonando, también fragmentadas como una reminiscencia de voz que enseguida es canción, o referencia a canción, o algo que podría ser canción, pero nunca significado. La memoria es artificial, sí, porque toda memoria es artificial, pero las afueras del instante, las afueras de las frases que capturamos en una canción perdida para siempre son las afueras de la memoria. Aún así: ¿qué nos quieren decir? 
Creo que este es el acto de plasmar una evocación de mil llegadas o mil partidas a deshora, la conquista de la memoria eliminando lo accesorio tal como lo haría una sensibilidad congelada {no aletargada). En última instancia una toma de postura moral sobre la propia vida, un recuento y un reinicio. 
Porque mucho me temo que estas piezas que nos presenta Bartolomé Payeras-Salom no son una reconstrucción de la memoria, son unas memorias, una escueta autobiografía, una imposible memoria artificial. 
Ni el asesino, ni el artista trabajan para ser juzgados. Trabajan con pasión para su propio provecho. A nosotros nos corresponde completar la historia. 

Francisco Casavella